LA HISTORIA Y EL DESARROLLO DE UNA EMPRESA ÉTICA

La verdadera riqueza de la humanidad es el agua, no el petróleo. Para poseer este auténtico "oro azul" del planeta, los pueblos están listos para luchar; sin el agua no hay seguridad ni prosperidad y menos aún desarrollo. Para comprender cuáles pueden ser los crecimientos económicos e industriales de este escenario, Silvano Pedrollo visitó en 1974 Dubái, en donde el agua costaba más que el petróleo y ya se empezaba a considerar a este último un recurso destinado a agotarse. Buscaba inversores que estuvieran interesados en las bombas de nueva tecnología que quería fabricar en Italia y un mercado potencial para el sector.

El mercado de Pedrollo se desarrolló en pocos años: después de Dubái la empresa se dio a conocer en todo el Medio Oriente, a continuación siguieron América Latina, África... Y luego Bangladesh, donde Silvano Pedrollo conocería quien le solicitaría diseñar una bomba de bajo costo y poco consumo para vender miles.
Entonces construyó una bomba con un precio aproximado de dos pizzas y se mandaron suficientes para la provincia: los campesinos ya no tuvieron que depender de las lluvias, y ese año la cosecha de arroz fue abundante como nunca se había visto hasta ese momento. El valor del agua ahora era real, concreto, y desde entonces las instalaciones hídricas están consideradas como un bien primario.

En aquellos años la metrópolis del Golfo Pérsico era solo un pueblo y no se podía imaginar que en aquella arena germinaría hasta hacer florecer una de las capitales más lujosas del mundo. Pedrollo encontró comerciantes y funcionarios del país árabe y les explicó que, gracias a las bombas, del desierto podía brotar el agua. Nació una de las empresas más importantes productoras de electrobombas del mundo, con un esfuerzo que nunca ha menguado: el futuro de Pedrollo era colaborar para solucionar el problema hídrico.

Desde hace casi 40 años el grupo Pedrollo crece en el mundo y sigue diseñando y realizando bombas que contribuyen a desplazar el agua allí donde es más necesaria. Donde brota el agua la tierra recobra su color y la esperanza vuelve a tomar vida. Con cada pozo las tierras más desafortunadas recobran vigor. De la misma manera Pedrollo cree que para dar frutos, la solidaridad es un empeño que hay que cultivar cada día. Hoy, más que nunca, las empresas tienen que tener una finalidad social, sentir la responsabilidad de contribuir a cambiar el mundo, ayudar a crecer a las personas y a sus países.